Covid-19, Sueño y Sistema Inmune
El sueño es esencial en nuestras vidas pues nos permite recuperar fuerzas y estabilizar nuestro sistema metabólico. De hecho pasamos un tercio de nuestra existencia durmiendo, y si no lo hacemos pronto nos encontramos cansados y aturdidos pues afecta muchas funciones básicas del cuerpo, entre ellas la de apoyar al sistema inmune.
Debido a esta estrecha relación entre sueño y sistema inmune, es de suponer que la de la COVID-19 en la que se producen alteraciones importantes del sueño, se esté perjudicando el normal funcionamiento del sistema inmune. Por ello revisaremos la relación entre el sueño y el sistema inmune y en concreto ¿cómo los trastornos del sueño durante la pandemia alteran al sistema inmune, precisamente en un momento en el que más necesita de un sistema inmune fuerte?.
¿Cómo se regula el Sueño?
El sueño se controla por lo que se viene en denominar reloj biológico que marca el día y la noche en un ritmo circadiano que se repite cada 24 horas. Estos ciclos se regulan desde la glándula pineal que es donde se procesa la ausencia de luz lo que hace que active la síntesis de la hormona melatonina que es inductora del sueño y la necesidad de descansar al comienzo de la noche. Por contra cuando amanece la señal de luz llega a esta glándula que hace descender la producción de melatonina dando paso a una nueva fase de vigilia.
Esto ha ocurrido durante todo el periodo evolutivo de la humanidad, hasta que en los tiempos modernos ha aparecido la luz artificial, que crea una enorme distorsión en este ritmo circadiano, cuyas causas y alcance analizaremos (Figura S-1).
Efecto de la luz artificial sobre el sueño
El problema actual surge cuando debido a los adelantos de nuestra civilización se consigue crear fuentes alternativas de luz diferentes a la solar mediante la invención de la luz artificial. Y aquí está el problema, porque este tipo de luz (no solar) hace que por la tarde-noche, aunque no hay luz natural, la glándula pineal debido a la presencia de luz artificial retrasa la producción de melatonina hasta que varias horas más tarde se apaga.
Con ello la fase del día con luz se prolonga unas horas y la sensación de sueño también, lo que hace que tengamos periodos con luz (día) más largos y por tanto con noches más cortas. Esto no solo se debe a la luz artificial sino también a la que se desprende de las pantallas de la TV, de ordenadores e incluso de móviles (Figura S-1).
Esto explica que en la vida moderna hayamos cambiado el ritmo circadiano de nuestros antepasados que se acostaban al anochecer cuando desaparecía el sol y se levantaban al amanecer cuando volvía a aparecer. De esta nueva manera en la actualidad disponemos de más horas de vigilia durante día y menos de sueño nocturno, en un ritmo distorsionado.
Quiero decir que si antes el día y la noche se repartían en periodos de 12 horas, ahora cambia de tal manera que el día le gana varias horas a la noche (Figura S-1). Esto ocurre de manera más llamativa en las personas mayores porque en ellos hay una pérdida progresiva de la capacidad de síntesis de la hormona melatonina por la pineal, de ahí que las personas mayores duermen menos horas que los adultos y jóvenes (Figura S-2 ).
Una de las consecuencias apreciables de la ampliación de las horas con luminosidad es que la secreción de la hormona cortisol, que se produce estimulada por la claridad, se alarga pasando de unas 12 horas a 18 (Figura S-1).
Esto repercute directamente sobre el sistema inmune de manera negativa debido a que como el cortisol tiene una función inmuno-supresora muy potente, lo que ocurre al alargarse el día es que suprimen las defensas más de las habitual que en nuestros antepasados (figura S-1 ).
El problema del cambio horario
Otro problema añadido relacionado con el trastorno del sueño que puede repercutir en el sistema inmune, es que en España seguimos unas referencias horarias día-noche no muy adecuadas por cuanto se ajustan al horario de Berlín en lugar de Greenwich, cuyo meridiano corresponde mejor por nuestra situación al oeste de Europa. Esta decisión al parecer se tomó en el año 1940, más por motivos políticos que de salud de la población.
Por ello ahora es necesario realizar cada año el ajuste horario de invierno y de verano para corregir en parte el desajuste del reloj biológico de las personas. Pero también se hace para reducir costes al adecuar los horarios de trabajo a un mayor ahorro energético al aprovechar mejor las horas de luz natural del sol.
Esto es solo una muestra de algunos trastornos del sueño que pueden intervenir negativamente en la función inmune como analizaremos en el siguiente apartado referido al tiempo de pandemia.
¿Cómo influye el sueño en la función inmune?
Hemos de insistir que las funciones del sueño son muy variadas pues durante el mismo el organismo desarrolla un proceso reparador de músculos y cerebro y un descanso en muchas actividades como la motilidad intestinal, frecuencia respiratoria y cardiaca, etc. Pero otra de las funciones, no menos importante para la vida, es la de activar al sistema inmune, que ahora dispone de un gran potencial de energía que no consumen, ni la musculatura, ni el cerebro ni los aparatos respiratorio y cardiovascular ahora enlentecidos.
En efecto, durante las primeras horas de sueño se produce una cascada de hormonas e inmunomoduladores que influyen en la activación inmune por partida doble. Pues durante este periodo aumenta la secreción de la hormona de crecimiento, de melatonina y de interleucina 12 (IL-12) que sabemos son estimulantes inmunes, mientras que por otra parte descienden los niveles de cortisol y de Il-10 que sabemos son inhibidores del sistema inmune. En definitiva es como acelerar al sistema inmune (coche) y al mismo tiempo levantar el pie del freno (Figura S-4 ).
Estos cambios hormonales regulan durante la fase de oscuridad y de sueño el tráfico de leucocitos aumentando el número de neutrófilos, linfocitos, monocitos y eosinófilos circulantes durante la fase a la vez que se hacen más activos en la defensa.
Será después a primeras horas de la mañana cuando se active la secreción de cortisol y de IL-10, que al ser inmunosupresores tratan de compensar su hiperactividad anterior durante el sueño y preparar al organismo para la vida matutina. Además el cortisol hace aumentar los niveles de glucosa en sangre que se mantiene como combustible hasta las últimas horas de la tarde (Figura S-4).
¿Cómo afecta el Sueño y al Sistema Inmune durante la pandemia?
Además de los problemas debidos al acortamiento de las horas de sueño ya comentadas, la propia pandemia viene a sumar otras, no menos importantes, debido especialmente al elevado estrés ocasionado por el aislamiento, la pérdida de trabajo de muchas personas, temor al contagio y miedo a lo desconocido.
Esto hace que las personas ahora tengan más problemas para dormir (insomnio) que antes de la pandemia. De hecho la Kaiser Family Foundation ha reportado que el 36% de una amplia población confinada durante la pandemia tenían dificultades para dormir.
Quiere esto decir que si a los problemas del sueño comentado anteriormente, unimos ahora las dificultades para dormir de muchas personas durante la pandemia, la situación no puede ser más delicada para las defensas que dejan de percibir los beneficios de un sueño fallido. De manera resumida podemos decir que si se reduce el sueño no se produce ni melatonina, ni interleucina 12 (IL-12) ni hormona de crecimiento y por tanto dejan de producir al sistema inmune.
El caso es que si el virus SARS-CoV-2 trata de bloquear al sistema inmune para infectar mejor, es bueno que nosotros no contribuyamos a ello por falta de descanso nocturno. El coronavirus, en su lucha por infectar, bloquea el interferón-α (IFN-α) y la interleucina IL-12 (IL-12) que son precisamente dos moléculas cuya producción aumenta con el sueño y que por tanto si dejamos de dormir adecuadamente disminuye su producción y el sistema inmune se queda sin ese apoyo. En otras palabras “le estaríamos haciendo el juego al coronavirus”.
¿Cómo fortalecer al Sistema Inmune controlando el Sueño durante la COVID-19?
En base a todo lo comentado, debemos de proteger las horas de sueño para evitar que se produzca un descalabro de nuestras defensas, precisamente en un momento en el que nos es más necesario.
Como el principal factor de insomnio es el estrés debemos combatirlo eliminandolo de nuestras vidas. Y para ello nada mejor que hacer ejercicio a diario, evitar las noticias a todas horas e incrementar la relación social con la familia o amistades aunque sea por vía telemática.También debemos de modificar nuestros hábitos. Por ejemplo no ir a la cama inmediatamente después de ver la TV o de trabajar en el ordenador o incluso de usar el móvil. Pues toda esa luz la capta nuestra glándula pineal y en consecuencia no pone en marcha la producción melatonina que es la que en definitiva nos prepara para descansar y dormir.
Al mismo tiempo es recomendable no abusar de la cafeína sobre todo por la tarde porque retrasa el reloj biológico y por tanto nos produce insomnio. Además es bueno mantener un horario de sueño regular acostarse y levantarse a la misma hora cada día y evitar cenar más tarde de las 20 horas con cantidades livianas sobre todo con verduras, pescado pero no carbohidratos ni grasas. Recuérdese lo que siempre se ha dicho por la sabiduría popular al respecto: "de grandes cenas, están las sepultura llenas'.
En todo caso las horas de sueño necesarias para descansar van disminuyendo con la edad. Así los recién nacidos duermen unas 16 h., los lactantes 12 h., los jóvenes 10 h mientras que los adultos necesitan 7 a 8 h. Normalmente una persona debe dormir ni menos de 6 horas, ni más de 10 horas para mantener un ritmo circadiano normal día-noche-día y el sistema inmune protegido.
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LINK (2021).
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